Gertrude Stein
Aunque nació y pasó su juventud en Estados Unidos, fue en Europa donde primero se reconoció su innegable talento. Su profundo aprecio por el arte, especialmente la pintura y su exquisita intuición le permitieron descubrir talentos ignorados, que luego serían reconocidos mundialmente. Su vasta obra literaria le valió ser considerada una de las grandes escritoras del siglo XX.
Su nombre resulta familiar a los amantes de la pintura por el famoso retrato que hizo de ella Picasso. Pero pocos saben que se trata de una escritora norteamericana que contribuyó a renovar la literatura de su país durante el primer tercio del siglo XX.
También son pocos los que conocen el destacadísimo papel que le tocó desmpeñar en la historia del arte contemporáneo. La fama de quienes la rodearon y de quienes ella contribuyó a formar o a revelar al mundo oscureció en cierta forma la suya propia.
La familia Stein residía en Allegheny, cuando nació Gertrude en 1874. Como disfrutaban de un buen pasar, poco después de nacer la niña, los Stein se trasladaron con sus hijos a Europa, como solían hacerlo en aquella época las familias más adineradas. Visitaron primero Viena, pasaron luego por París, y finalmente el padre decidió volver a Estados Unidos, para instalarse en California.
Allí Gertrude comenzó a leer hasta convertirse en una lectora voraz por cuyas manos pasó una infinidad de volúmenes. La vida de los Stein transcurripo sin sobresaltos, hasta que murió la madre, y un año después, el padre.
Gertrude tenía entonces 18 años. Con sus hermanos se trasladó entonces a Baltimore, en la costa atlántica. Gertrude asistió por entonces a los seminarios del famoso psicólogo y filósofo norteamericano William James, quien la inició en los secretos de la escritura automática (es decir, la que se escribe sin intervención de la voluntad consciente) mucho antes de que los surrealistas la pusieran de moda.
Por su parte, William James quedó muy impresionado por la inteligencia de su discípula y la aconsejó que estudiara medicina y se dedicara a la investigación. Gertrude intentó seguir su consejo y cursó esa carrera durante cuatro años, al principio con resultados brillantes, pero a medida que avanzaba en sus estudios advirtió que la medicina no era su vocación, y ya próxima a graduarse, la abandonó para dedicarse a las letras y al arte. Decidió tomarse un descanso y se embarcó junto a su hermano rumbo a Londres.
Una vez en Londres, Gertrude se pasaba los días leyendo a autores de la época isabelina en el Museo Británico. Comenzó también a escribir y ya nunca dejaría de hacerlo. En 1903, en común acuerdo con su hermano, resuelve trasladarse a París. Gertrude se instala en el número 27 de la Rue Fleurus, una dirección que sería pronto famosa entre los artistas.
Durante una estadía en Florencia, el hermano de Gertrude oyó hablar de un pintor llamado Cézanne, cuyos cuadros se hallaban arruinados en la trastienda de un marchand.
Adquirieron primero un pequeño paisaje. Luego se interesaron por los grupos de desnudosdel pintor. Entre tanto, merced a la acción desinteresada de Gertrude y su hermano, los cuadros de Cézanne empiezan a ser conocidos y aumentan de valor. Los hermanos llevan también a su casa dos Renoirs, después dos Gauguins, un Daumier, y más tarde un retrato de mujer de Cézanne. Esta última adquisición es importante porque Gertrude se inspiró en ese retrato para escribir una serie de novelas cortas que tituló Tres vidas y que se publicó en 1909.
Los muros de la Rue de Fleurus se fueron cubriendo. En la exposición del Salón de Otoño los Stein, con certero ojo crítico, descubren a Matisse, quien había presentado a la muestra un retrato de mujer que fue el hazmerreir de la expisición. Pero a Gertrude le encanta y lo compra: es el retrato hoy mundialmente famoso de La mujer del sombrero.
Apenas los Stein tocan a un pintor con su varita mágica, éste se valoriza. Así sucede con Matisse, que paulatinamente va despertando la curiosidad y el interés del público. Gertrude y él se hacen amigos, y gracias al pintor, la casa de la calle Fleurus empiza a ser frecuentada por toda la bohemia de París.
Un nuevo descubrimiento se suma a los anteriores: en una oscura galería Gertrude y su hermano tropiezan con un cuadro de un tal Pablo Picasso que los fascina. Lo compran en seguida e invitan a la Rue de Fleurus al entonces desconocido pintor español, con quien entablan una íntima amistad.
Después de Picasso acuden Braque y Juan Gris, padres del cubismo. Gertrude es el lazo de unión entre todos ellos: aunque no publica sigue escribiendo y afinando su expresión, los artistas, por su parte, no dejan de apreciar la exactitud de sus observaciones y juicio equilibrado.
Picasso se ofreció a retratarla y la escritora acepta complacida. Nace así una de las obras más admiradas del pintor español, donde se reflejan los diversos matices de la personalidad fascinante de Gertrude.
En 1907 comienza a vivir con Gertrude una mujer callada, fiel e inteligente, Alice B. Toklas que nunca se separará de ella. En 1933, como homenaje a Alice, Gertrude escribe La autobiografía de Alice B. Toklas, libro que, según la autora, debió de haber escrito Alice, pero que, por pereza, le encomendó esctibir a ella. La obra es una magnífica fuente de información para quienes se interesan por el arte de principios de siglo.
La casa y la tertulia de los Stein se va haciendo célebres y también son visitados por la aristocracia, pero la Primera Guerra Mundial dislocó brutalmente ese clima de esteticismo e ilusorio progreso indefinido.
La guerra sorprendió a Gertrude mientras visitaba en Inglaterra al matemático y filósofo Alfred North Whitehead, uno de los tres genios que ella confiesa haber conocido: el segundo fue Picasso y el tercero, ella misma. En cuanto pudo, regresó a París para contribuir al esfuerzo bélico. Compró un automóvil y lo convirtió en ambulancia, con la que Alice y ella recorrieron el país poniéndose a disposición de las autoridades militares para auxiliar a los heridos.
Esa actividad no le impide seguir escribiendo: trabaja en Tender Buttons (Botones Tiernos), una colección de poemas y en una ambiciosa novela titulada The Making of Americans (La forja de los norteamericanos).
Al finalizar la guerra el gobierno francés la condecora. Su fama, entretanto atrae a escritores jóvenes de América y de Europa, en busca de aliento e indicaciones. Así llega un día a la Rue de Fleurus el joven Ernest Hemingway, gran admirador de la escritora, quien mueve todas sus influencias para que Gertrude publique The Making of Americans. A hemingway le siguen otros autores de talento, entre ellos, Scott Fitzgerald. En 1934, el músico norteamericano Virgil Thomson compone Cuatro santos en tres actos, ópera con libreto de Gertrude. Ese mismo año publica Retratos y plegarias, y en 1938 un libro sobre Picasso.
Ya casi es "una inmortal" a pesar de que el gran público aun no la conoce. Su influencia se hace sentir, sin embargo, a través de los mejores escritores de Europa y Estados Unidos, que se declaran discípulos de ella. Los pintores a quienes ayudó a triunfar se han convertido en clásicos. De las paredes de su casa cuelgan varios de los cuadros más importantes de la primera mitas del siglo XX. Entonces, en pleno pináculo de su fama Gertrude decide retirarse de la sociedad para terminar su obra.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial ella sigue trabajando: escribe París, France (1940) y Guerras que he visto, que se publica póstumamente. Al finalizar la contienda sigue escribiendo, porque ante todo es escritora y la palabra es su mundo. Solo deja de escribir cuando muere, en 1946, rodeada del cariño y la admiración de Europa y América. Había legado a su época y a la posteridad lo mejor de sí misma.
Por su parte, William James quedó muy impresionado por la inteligencia de su discípula y la aconsejó que estudiara medicina y se dedicara a la investigación. Gertrude intentó seguir su consejo y cursó esa carrera durante cuatro años, al principio con resultados brillantes, pero a medida que avanzaba en sus estudios advirtió que la medicina no era su vocación, y ya próxima a graduarse, la abandonó para dedicarse a las letras y al arte. Decidió tomarse un descanso y se embarcó junto a su hermano rumbo a Londres.
Una vez en Londres, Gertrude se pasaba los días leyendo a autores de la época isabelina en el Museo Británico. Comenzó también a escribir y ya nunca dejaría de hacerlo. En 1903, en común acuerdo con su hermano, resuelve trasladarse a París. Gertrude se instala en el número 27 de la Rue Fleurus, una dirección que sería pronto famosa entre los artistas.
Durante una estadía en Florencia, el hermano de Gertrude oyó hablar de un pintor llamado Cézanne, cuyos cuadros se hallaban arruinados en la trastienda de un marchand.
Adquirieron primero un pequeño paisaje. Luego se interesaron por los grupos de desnudosdel pintor. Entre tanto, merced a la acción desinteresada de Gertrude y su hermano, los cuadros de Cézanne empiezan a ser conocidos y aumentan de valor. Los hermanos llevan también a su casa dos Renoirs, después dos Gauguins, un Daumier, y más tarde un retrato de mujer de Cézanne. Esta última adquisición es importante porque Gertrude se inspiró en ese retrato para escribir una serie de novelas cortas que tituló Tres vidas y que se publicó en 1909.
Los muros de la Rue de Fleurus se fueron cubriendo. En la exposición del Salón de Otoño los Stein, con certero ojo crítico, descubren a Matisse, quien había presentado a la muestra un retrato de mujer que fue el hazmerreir de la expisición. Pero a Gertrude le encanta y lo compra: es el retrato hoy mundialmente famoso de La mujer del sombrero.
Apenas los Stein tocan a un pintor con su varita mágica, éste se valoriza. Así sucede con Matisse, que paulatinamente va despertando la curiosidad y el interés del público. Gertrude y él se hacen amigos, y gracias al pintor, la casa de la calle Fleurus empiza a ser frecuentada por toda la bohemia de París.
Un nuevo descubrimiento se suma a los anteriores: en una oscura galería Gertrude y su hermano tropiezan con un cuadro de un tal Pablo Picasso que los fascina. Lo compran en seguida e invitan a la Rue de Fleurus al entonces desconocido pintor español, con quien entablan una íntima amistad.
Después de Picasso acuden Braque y Juan Gris, padres del cubismo. Gertrude es el lazo de unión entre todos ellos: aunque no publica sigue escribiendo y afinando su expresión, los artistas, por su parte, no dejan de apreciar la exactitud de sus observaciones y juicio equilibrado.
"Gertrude Stein, 1874 - 1946, escritora norteamericana. Vivió aquí con su hermano Leo Stein, y más tarde con Alice B. Toklas. Ella recibió a un gran número de artistas y escritores entre 1903 y 1938" |
Picasso se ofreció a retratarla y la escritora acepta complacida. Nace así una de las obras más admiradas del pintor español, donde se reflejan los diversos matices de la personalidad fascinante de Gertrude.
En 1907 comienza a vivir con Gertrude una mujer callada, fiel e inteligente, Alice B. Toklas que nunca se separará de ella. En 1933, como homenaje a Alice, Gertrude escribe La autobiografía de Alice B. Toklas, libro que, según la autora, debió de haber escrito Alice, pero que, por pereza, le encomendó esctibir a ella. La obra es una magnífica fuente de información para quienes se interesan por el arte de principios de siglo.
La casa y la tertulia de los Stein se va haciendo célebres y también son visitados por la aristocracia, pero la Primera Guerra Mundial dislocó brutalmente ese clima de esteticismo e ilusorio progreso indefinido.
La guerra sorprendió a Gertrude mientras visitaba en Inglaterra al matemático y filósofo Alfred North Whitehead, uno de los tres genios que ella confiesa haber conocido: el segundo fue Picasso y el tercero, ella misma. En cuanto pudo, regresó a París para contribuir al esfuerzo bélico. Compró un automóvil y lo convirtió en ambulancia, con la que Alice y ella recorrieron el país poniéndose a disposición de las autoridades militares para auxiliar a los heridos.
Esa actividad no le impide seguir escribiendo: trabaja en Tender Buttons (Botones Tiernos), una colección de poemas y en una ambiciosa novela titulada The Making of Americans (La forja de los norteamericanos).
Al finalizar la guerra el gobierno francés la condecora. Su fama, entretanto atrae a escritores jóvenes de América y de Europa, en busca de aliento e indicaciones. Así llega un día a la Rue de Fleurus el joven Ernest Hemingway, gran admirador de la escritora, quien mueve todas sus influencias para que Gertrude publique The Making of Americans. A hemingway le siguen otros autores de talento, entre ellos, Scott Fitzgerald. En 1934, el músico norteamericano Virgil Thomson compone Cuatro santos en tres actos, ópera con libreto de Gertrude. Ese mismo año publica Retratos y plegarias, y en 1938 un libro sobre Picasso.
Ya casi es "una inmortal" a pesar de que el gran público aun no la conoce. Su influencia se hace sentir, sin embargo, a través de los mejores escritores de Europa y Estados Unidos, que se declaran discípulos de ella. Los pintores a quienes ayudó a triunfar se han convertido en clásicos. De las paredes de su casa cuelgan varios de los cuadros más importantes de la primera mitas del siglo XX. Entonces, en pleno pináculo de su fama Gertrude decide retirarse de la sociedad para terminar su obra.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial ella sigue trabajando: escribe París, France (1940) y Guerras que he visto, que se publica póstumamente. Al finalizar la contienda sigue escribiendo, porque ante todo es escritora y la palabra es su mundo. Solo deja de escribir cuando muere, en 1946, rodeada del cariño y la admiración de Europa y América. Había legado a su época y a la posteridad lo mejor de sí misma.
Comentarios
Publicar un comentario