Teatro del Barroco
El teatro del Barroco supuso un período de esplendor del teatro como género literario y como espectáculo que se extendió desde Italia al resto de Europa en el siglo XVII. Durante el Barroco se conformaron los teatros nacionales de Europa, la Comedia dell'Arte en Italia, el Siglo de Oro en España, donde destacaron autores como Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, Shakespeare y el teatro isabelino o la Comedia de la Restauración en Inglaterra, y la Comédie Français, Corneille, Molière y Racine en Francia. Se produjo un espectacular desarrollo de la escenografía, con la inclusión de música y pintura como elementos del espectáculo dramático que condujeron a una consolidación de la ópera, el ballet y la zarzuela. Los géneros dramáticos alcanzaron una formalización definitiva y la evolución de los antiguos corrales de comedias hasta las salas a la italiana propició la aparición de los edificios y salas teatrales contemporáneas.
En el siglo XVII el teatro se desarrolla en tres tipos de espacios. Por un lado el espacio público, calles y plazas donde se celebran representaciones religiosas. Los misterios medievales habían dado paso en el Renacimiento a las moralidades, que desde la segunda mitad del siglo XVI empezaron a llamarse autos sacramentales.
En los siglos XV y XVI abundaba la escena múltiple, sea en horizontal o en vertical, que obligaba al espectador a seguir la acción en los distintos cuadros. El lugar escénico se hizo fijo después de 1580, con la proliferación de las grandes ciudades de Inglaterra y España, de los primeros teatros y corrales de comedias. En origen se trataba de un escenario ubicado permanentemente en algún patio entre edificios, estructura que se siguió en la construcción de los primeros teatros isabelinos y corrales de comedia. Al fondo se situaba el escenario, un tablado elevado sobre el escenario que tenía tres niveles: balcón, tablas y trampa. El público se distribuía según su condición social, y en las clases populares también por diferencia de sexos. Frente al escenario estaba el patio donde estaban los mosqueteros, hombres corrientes, un público alborotado. En la pared opuesta al escenario se ubicaba la cazuela, lugar reservado para las mujeres. En los laterales, las ventanas y los balcones más bajos, denominados aposentos eran el lugar para la nobleza. Había también un lugar específico para curas, frailes, escritores y autoridades. Las representaciones eran diurnas y seguían un esquema prefijado: en primer lugar la loa, una presentación en verso que buscaba conseguir el favor de la audiencia, luego se presentaban las tres jornadas (actos) de la comedia, entre las que se intercalaban pequeñas piezas como entremses, bailes o jácaras, se finalizaba con una mojiganga (género dramático menor del Siglo de Oro).
El teatro moderno comenzó a tomar su forma como estructura definida y cerrada durante el Renacimiento italiano, debido al interés en recuperar el clasicismo del teatro griego. Durante el Barroco se definieron los límites estructurales de la sala, el tablado se ubicó en la escena, tras el proscenio, diseñada por medio de telones laterales en perspectiva, estableciéndose un dispositivo que ha continuado hasta nuestra época. El propósito de estos cambios era acercar al público a la escena.
En los corrales de comedia y los teatros isabelinos el escenario no creaba un espacio ilusionista, sus presupuestos escénicos eran herederos de los misterios medievales y la escena no era más que el lugar donde se realiza la representación. Este tipo de teatros fueron reemplazados pronto por el teatro a la italiana, un espacio cerrado que se acabó implantando por toda Europa y se convirtió en sinónimo del teatro. El nuevo teatro deja de ser un ambiente único para dividirse en dos espacios, la sala y el escenario, separados y comunicados por el proscenio. Descorrido el telón, el escenario se presenta como una escena ilusoria, una pintura animada que se apoya en una notable desarrollo de la escenografía. Los profesionales italianos trabajaron por toda Europa, alcanzando gran sofisticación en la aplicación de la perspectiva, con complicadísimos juegos de planos y puntos de fuga.
A mediados del siglo XVI se desarrolló en Italia, la Commedia dell'Arte, que perduró hasta principios del siglo XIX. Es un teatro popular basado en la improvisación de los actores en torno a un asunto dramático convencional, en el que se acaban desarrollando una serie de personajes codificados: Arlequín y Colombina son los criados de una pareja de amantes, cuyo amor se ve obstaculizado por sus padres o por un viejo libidinoso. los actores de la comedia del arte eran mucho más cultos e instruidos de lo que se puede imaginar. De ello dan testimonio su poesía, su correspondencia y sus tratados sobre técnicas representativas como el entrenamiento de la voz, el movimiento del cuerpo, o la gestualización, que cambiaron el teatro moderno. La base de su éxito, que se extendió por toda Europa, estaba en la capacidad de los actores de captar lo que el público demandaba y recrear la acción dirigiéndola hacia ellos.
En Florencia, un grupo de artistas e intelectuales comenzaron alrededor de 1580 a discurrir sobre el teatro griego y los aspectos técnicos de una adecuada representación del mismo. Se conoce como la Camerata del Conde Bardi o la Camerata Florentina, y poco después estaría en el origen de otra camerata, que se reunía en el palacio de Jacopo Corsi, teórico teatral italiano. Partiendo de los textos de Aristóteles y Platón desarrollaron una estética teatral que giraba sobre los recursos expresivos de la voz en la declamación del texto poético y sobre el papel de la música como soporte y acompañamiento. El desarrollo de estas teorías dio origen a géneros musicales como la ópera y la zarzuela.
Mientras Italia y España desarrollaron el Barroco, en Francia, la tardía influencia del Renacimiento condujo a sus dramaturgos dependientes del patrocinio real de Luis XIV, a desarrollar un teatro clasicista que se dirigía a una audiencia privilegiada. Autores como Molière, Racine y Pierre Corneille se pronuncian a favor de los preceptos clásicos del teatro y la regla de las tres unidades dramáticas.
Los temas de muchas de sus obras procedían directamente de fuentes griegas y romanas como Fedra de Racine, que sigue la trama de Hipólito de Eurípides. Molière, el dramaturgo más estrechamente ligado a la Comédie Française, se dedicó a la comedia, satirizando sobre la vida religiosa y social. No obstante, Francia no se mantuvo totalmente apartada del Barroco europeo, y la obra de dramaturgos como Corneille acusa la influencia del teatro barroco español.
En 1680 Luis XIV fundó la Comédie Française, compañía nacional francesa de teatro, al unir las compañías del Hotel de Borgoña y del Hotel de Guénégaud, que a su vez era una fusión ordenada por el rey de la de Marais con el Ilustre Teatro de Molière, a la muerte de éste. El rey unió de esta manera una compañía de 27 comediantes, escogidos por su excelencia a los que les otorgó el monopolio de las representaciones en francés en París y sus arrabales.
Entre 1640 y 1660 la comedia española tuvo un papel de renovación muy importante en el teatro francés, La dama duede inició la representación de comedias de capa y espada en el teatro francés y en esas dos décadas diez comedias de Calderón sirvieron de modelo para veintidós obras teatrales francesas. Enmarcada en el debate de los antiguos y los modernos, de Corneille es también Le Cid (1637), protagonista de una de las polémicas más célebres de la historia literaria de Francia. Pese a su gran éxito de público, Le Cid fue fuertemente criticado por no respetar los preceptos clásicos, especialmente la verosimilitud, el decoro y la finalidad educativa.
El siglo XVII vio en Inglaterra un desarrollo espectacular del teatro que llegaría a su máximo esplendor bajo el reinado de Isabel I y de sus sucesores Jacobo I y Carlos I. La influencia renacentista fue tardía en Inglaterra, por lo que se suele hablar de teatro isabelino o de la Comedia de la Restauración.
El teatro isabelino abarca un período que transcurre entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII. Mientras que el resto de Europa desarrollaba preceptos a partir de la poética aristotélica, en Inglaterra continuaba vigente su rica tradición de teatro popular medieval que se alimentó de las novedades de la época. Ubicados en las afueras de Londres en convivencia con tabernas o prostíbulos, el teatro se convirtió en una actividad comercial organizada de la que disfrutaban todos los estratos sociales. Como sucedió en España, el teatro popular trasladó el escenario de las plazas a edificios especialmente diseñados a espectáculos dramáticos, entre los primeros teatros se cuentan The Theatre, The Curtain, The Globe y The Fortune. Entre los dramaturgos de la época isabelina cabe destacar a Christopher Marlowe a quien se reconoce como iniciador de la nueva técnica teatral que utilizaría y puliría posterioremente William Shakespeare, máximo exponente de la literatura inglesa y uno de los más célebres escritores de la literatura universal.
Felix Lope de Vega Carpio fue el creador de una nueva forma dramática que conformaría el teatro clásico español del Siglo de Oro. Quedó establecida en 1609 como un Arte nuevo de hacer Comedias en ese tiempo, que escribiera en verso blanco, salpicado de pareados para una academia literaria. La comedia nueva rompía con las tres unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar que propugnaba la escuela de poética italiana, al tiempo que añadía el estilo, tanto mezclando en una misma obra elementos trágicos y cómicos, como valiéndose de distintos tipos de verso y estrofa según lo que se represente.
El nombre de comedia nueva toma como precedente el surgimiento de la Comedia nueva de la antigua Grecia del siglo IV. En la comedia nueva Lope sintetiza elementos diversos: las formas artísticas y temas de la tradición cortesana se unían a los valores literarios y retóricos y la disciplina del teatro clasicista, al tiempo que incorporaba elementos de la Commedia dell'Arte italiana, como la vocación populista y algunas figuras asimilables a estereotipos propios, como el gracioso o el soldado fanfarrón.
Tirso de Molina fue, junto a Lope de Vega y Calderón uno de los tres dramaturgos más importantes de la España del Siglo de Oro. Su obra, que destaca por su sutil inteligencia y por una profunda comprensión de la humanidad de sus personajes, puede considerarse un puente entre la primitiva comedia lopesca y el más elaborado drama calderoniano. Aunque parte de la crítica discute su autoría, Tirso de Molina es conocido sobre todo por dos obras magistrales: El condenado y por desconfiado y El burlador de Sevilla, principal fuente del mito de Don Juan.
Con los adelantos técnicos llegó a España el nuevo teatro palaciego de origen italiano, llamado invención. La primera invención de la que se tiene noticia fue La gloria de Niquea del Conde Villamediana, representada para la corte de Aranjuez en 1622 en un teatro provisional a orillas del Tajo. Esta estética teatral italiana desembocaría en el género operístico. Pese a su rechazo manifiesto por la estética italiana, las exigencias de la corte lo llevaron a escribir La selva sin amor (con libreto de Lope de Vega y con música de un compositor incierto) se la puede considerar la primer ópera representada en España.
La zarzuela, perfeccionada por Calderón de la Barca, reúne escenas habladas y cantadas con fondo musical. Su nombre proviene del Palacio de la Zarzuela, un pabellón de caza cercano a Madrid, lugar donde se encontraba el teatro en donde se ofrecieron las primeras representaciones del género. Otros bailes y danzas eran la pavana, la gallarda, la zamba y la zarabanda.
Las veladas teatrales del Barroco fueran en los teatros de corrales o en los escenarios cortesanos, no consistían como actualmente en la representación de una sola pieza u obra, se trataba de toda una fiesta teatral, una sucesión de piezas de distintos géneros, entre los que ocupaba un lugar primordial la comedia. Estas sesiones seguían una estructura fija en la que piezas menores de distintos géneros se intercalaban entre los actos del drama principal, normalmente una comedia o un auto sacramental. Dichos géneros se diferenciaban en su función dentro de la representación, y en el mayor o menor peso del componente cantado, bailado o representado.
La fiesta teatral barroca previvió, con ligeras variaciones durante los dos primeros tercios del siglo XVII. Las piezas intermedias evolucionaron al sainete y la tonadilla, al tiempo que los antiguos corrales eran substituidos por teatros estables. Las comedias del Siglo de Oro, especialmente el teatro de Calderón, que supusieron el 20% de los títulos en cartel hasta 1780, siguieron formando parte importante del repertorio teatral de España. Otros autores, como el mismo Lope de Vega, Tirso de Molina, Guillén de Castro o Alarcón eran representados puntualmente.
En los siglos XV y XVI abundaba la escena múltiple, sea en horizontal o en vertical, que obligaba al espectador a seguir la acción en los distintos cuadros. El lugar escénico se hizo fijo después de 1580, con la proliferación de las grandes ciudades de Inglaterra y España, de los primeros teatros y corrales de comedias. En origen se trataba de un escenario ubicado permanentemente en algún patio entre edificios, estructura que se siguió en la construcción de los primeros teatros isabelinos y corrales de comedia. Al fondo se situaba el escenario, un tablado elevado sobre el escenario que tenía tres niveles: balcón, tablas y trampa. El público se distribuía según su condición social, y en las clases populares también por diferencia de sexos. Frente al escenario estaba el patio donde estaban los mosqueteros, hombres corrientes, un público alborotado. En la pared opuesta al escenario se ubicaba la cazuela, lugar reservado para las mujeres. En los laterales, las ventanas y los balcones más bajos, denominados aposentos eran el lugar para la nobleza. Había también un lugar específico para curas, frailes, escritores y autoridades. Las representaciones eran diurnas y seguían un esquema prefijado: en primer lugar la loa, una presentación en verso que buscaba conseguir el favor de la audiencia, luego se presentaban las tres jornadas (actos) de la comedia, entre las que se intercalaban pequeñas piezas como entremses, bailes o jácaras, se finalizaba con una mojiganga (género dramático menor del Siglo de Oro).
El teatro moderno comenzó a tomar su forma como estructura definida y cerrada durante el Renacimiento italiano, debido al interés en recuperar el clasicismo del teatro griego. Durante el Barroco se definieron los límites estructurales de la sala, el tablado se ubicó en la escena, tras el proscenio, diseñada por medio de telones laterales en perspectiva, estableciéndose un dispositivo que ha continuado hasta nuestra época. El propósito de estos cambios era acercar al público a la escena.
En los corrales de comedia y los teatros isabelinos el escenario no creaba un espacio ilusionista, sus presupuestos escénicos eran herederos de los misterios medievales y la escena no era más que el lugar donde se realiza la representación. Este tipo de teatros fueron reemplazados pronto por el teatro a la italiana, un espacio cerrado que se acabó implantando por toda Europa y se convirtió en sinónimo del teatro. El nuevo teatro deja de ser un ambiente único para dividirse en dos espacios, la sala y el escenario, separados y comunicados por el proscenio. Descorrido el telón, el escenario se presenta como una escena ilusoria, una pintura animada que se apoya en una notable desarrollo de la escenografía. Los profesionales italianos trabajaron por toda Europa, alcanzando gran sofisticación en la aplicación de la perspectiva, con complicadísimos juegos de planos y puntos de fuga.
A mediados del siglo XVI se desarrolló en Italia, la Commedia dell'Arte, que perduró hasta principios del siglo XIX. Es un teatro popular basado en la improvisación de los actores en torno a un asunto dramático convencional, en el que se acaban desarrollando una serie de personajes codificados: Arlequín y Colombina son los criados de una pareja de amantes, cuyo amor se ve obstaculizado por sus padres o por un viejo libidinoso. los actores de la comedia del arte eran mucho más cultos e instruidos de lo que se puede imaginar. De ello dan testimonio su poesía, su correspondencia y sus tratados sobre técnicas representativas como el entrenamiento de la voz, el movimiento del cuerpo, o la gestualización, que cambiaron el teatro moderno. La base de su éxito, que se extendió por toda Europa, estaba en la capacidad de los actores de captar lo que el público demandaba y recrear la acción dirigiéndola hacia ellos.
En Florencia, un grupo de artistas e intelectuales comenzaron alrededor de 1580 a discurrir sobre el teatro griego y los aspectos técnicos de una adecuada representación del mismo. Se conoce como la Camerata del Conde Bardi o la Camerata Florentina, y poco después estaría en el origen de otra camerata, que se reunía en el palacio de Jacopo Corsi, teórico teatral italiano. Partiendo de los textos de Aristóteles y Platón desarrollaron una estética teatral que giraba sobre los recursos expresivos de la voz en la declamación del texto poético y sobre el papel de la música como soporte y acompañamiento. El desarrollo de estas teorías dio origen a géneros musicales como la ópera y la zarzuela.
Mientras Italia y España desarrollaron el Barroco, en Francia, la tardía influencia del Renacimiento condujo a sus dramaturgos dependientes del patrocinio real de Luis XIV, a desarrollar un teatro clasicista que se dirigía a una audiencia privilegiada. Autores como Molière, Racine y Pierre Corneille se pronuncian a favor de los preceptos clásicos del teatro y la regla de las tres unidades dramáticas.
Los temas de muchas de sus obras procedían directamente de fuentes griegas y romanas como Fedra de Racine, que sigue la trama de Hipólito de Eurípides. Molière, el dramaturgo más estrechamente ligado a la Comédie Française, se dedicó a la comedia, satirizando sobre la vida religiosa y social. No obstante, Francia no se mantuvo totalmente apartada del Barroco europeo, y la obra de dramaturgos como Corneille acusa la influencia del teatro barroco español.
En 1680 Luis XIV fundó la Comédie Française, compañía nacional francesa de teatro, al unir las compañías del Hotel de Borgoña y del Hotel de Guénégaud, que a su vez era una fusión ordenada por el rey de la de Marais con el Ilustre Teatro de Molière, a la muerte de éste. El rey unió de esta manera una compañía de 27 comediantes, escogidos por su excelencia a los que les otorgó el monopolio de las representaciones en francés en París y sus arrabales.
Entre 1640 y 1660 la comedia española tuvo un papel de renovación muy importante en el teatro francés, La dama duede inició la representación de comedias de capa y espada en el teatro francés y en esas dos décadas diez comedias de Calderón sirvieron de modelo para veintidós obras teatrales francesas. Enmarcada en el debate de los antiguos y los modernos, de Corneille es también Le Cid (1637), protagonista de una de las polémicas más célebres de la historia literaria de Francia. Pese a su gran éxito de público, Le Cid fue fuertemente criticado por no respetar los preceptos clásicos, especialmente la verosimilitud, el decoro y la finalidad educativa.
El siglo XVII vio en Inglaterra un desarrollo espectacular del teatro que llegaría a su máximo esplendor bajo el reinado de Isabel I y de sus sucesores Jacobo I y Carlos I. La influencia renacentista fue tardía en Inglaterra, por lo que se suele hablar de teatro isabelino o de la Comedia de la Restauración.
El teatro isabelino abarca un período que transcurre entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII. Mientras que el resto de Europa desarrollaba preceptos a partir de la poética aristotélica, en Inglaterra continuaba vigente su rica tradición de teatro popular medieval que se alimentó de las novedades de la época. Ubicados en las afueras de Londres en convivencia con tabernas o prostíbulos, el teatro se convirtió en una actividad comercial organizada de la que disfrutaban todos los estratos sociales. Como sucedió en España, el teatro popular trasladó el escenario de las plazas a edificios especialmente diseñados a espectáculos dramáticos, entre los primeros teatros se cuentan The Theatre, The Curtain, The Globe y The Fortune. Entre los dramaturgos de la época isabelina cabe destacar a Christopher Marlowe a quien se reconoce como iniciador de la nueva técnica teatral que utilizaría y puliría posterioremente William Shakespeare, máximo exponente de la literatura inglesa y uno de los más célebres escritores de la literatura universal.
Felix Lope de Vega Carpio fue el creador de una nueva forma dramática que conformaría el teatro clásico español del Siglo de Oro. Quedó establecida en 1609 como un Arte nuevo de hacer Comedias en ese tiempo, que escribiera en verso blanco, salpicado de pareados para una academia literaria. La comedia nueva rompía con las tres unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar que propugnaba la escuela de poética italiana, al tiempo que añadía el estilo, tanto mezclando en una misma obra elementos trágicos y cómicos, como valiéndose de distintos tipos de verso y estrofa según lo que se represente.
El nombre de comedia nueva toma como precedente el surgimiento de la Comedia nueva de la antigua Grecia del siglo IV. En la comedia nueva Lope sintetiza elementos diversos: las formas artísticas y temas de la tradición cortesana se unían a los valores literarios y retóricos y la disciplina del teatro clasicista, al tiempo que incorporaba elementos de la Commedia dell'Arte italiana, como la vocación populista y algunas figuras asimilables a estereotipos propios, como el gracioso o el soldado fanfarrón.
Tirso de Molina fue, junto a Lope de Vega y Calderón uno de los tres dramaturgos más importantes de la España del Siglo de Oro. Su obra, que destaca por su sutil inteligencia y por una profunda comprensión de la humanidad de sus personajes, puede considerarse un puente entre la primitiva comedia lopesca y el más elaborado drama calderoniano. Aunque parte de la crítica discute su autoría, Tirso de Molina es conocido sobre todo por dos obras magistrales: El condenado y por desconfiado y El burlador de Sevilla, principal fuente del mito de Don Juan.
Con los adelantos técnicos llegó a España el nuevo teatro palaciego de origen italiano, llamado invención. La primera invención de la que se tiene noticia fue La gloria de Niquea del Conde Villamediana, representada para la corte de Aranjuez en 1622 en un teatro provisional a orillas del Tajo. Esta estética teatral italiana desembocaría en el género operístico. Pese a su rechazo manifiesto por la estética italiana, las exigencias de la corte lo llevaron a escribir La selva sin amor (con libreto de Lope de Vega y con música de un compositor incierto) se la puede considerar la primer ópera representada en España.
La zarzuela, perfeccionada por Calderón de la Barca, reúne escenas habladas y cantadas con fondo musical. Su nombre proviene del Palacio de la Zarzuela, un pabellón de caza cercano a Madrid, lugar donde se encontraba el teatro en donde se ofrecieron las primeras representaciones del género. Otros bailes y danzas eran la pavana, la gallarda, la zamba y la zarabanda.
Las veladas teatrales del Barroco fueran en los teatros de corrales o en los escenarios cortesanos, no consistían como actualmente en la representación de una sola pieza u obra, se trataba de toda una fiesta teatral, una sucesión de piezas de distintos géneros, entre los que ocupaba un lugar primordial la comedia. Estas sesiones seguían una estructura fija en la que piezas menores de distintos géneros se intercalaban entre los actos del drama principal, normalmente una comedia o un auto sacramental. Dichos géneros se diferenciaban en su función dentro de la representación, y en el mayor o menor peso del componente cantado, bailado o representado.
La fiesta teatral barroca previvió, con ligeras variaciones durante los dos primeros tercios del siglo XVII. Las piezas intermedias evolucionaron al sainete y la tonadilla, al tiempo que los antiguos corrales eran substituidos por teatros estables. Las comedias del Siglo de Oro, especialmente el teatro de Calderón, que supusieron el 20% de los títulos en cartel hasta 1780, siguieron formando parte importante del repertorio teatral de España. Otros autores, como el mismo Lope de Vega, Tirso de Molina, Guillén de Castro o Alarcón eran representados puntualmente.
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