William Shakespeare
En torno a 1860, a tiempo que culminaba su obra Los Miserables, Victor Hugo escribió desde el destierro: Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le debe. A esas alturas del siglo XIX, la obra de este dramaturgo era ignorada por la mayoría y despreciada por los exquisitos. Las palabras del patriarca francés cayeron como una maza sobre las conciencias patrióticas inglesas, decenas de monumentos a Shakespeare fueron erigidos inmediatamente.
En la actualidad, el volumen de sus obras completas es tan indispensable como la Biblia en los hogares anglosajones, Hamlet, Otello o Macbeth se han convertido en símbolos y su autor es un clásico sobre el que corren ríos de tinta.
Grandes lagunas, un ramillete de relatos apócrifos y algunos datos dispersos conforman su biografía. Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento. Ciertos aficionados a la criptografía creyeron encontrar, en sus obras, claves que revelaban el nombre de los verdaderos autores. En consonancia con las carátulas teatrales, Shakespeare fue dividido en el Pseudo Shakespeare y en Shakespeare el Bribón. Bajo esta labor de mero entretenimiento alentaba un curioso esnobismo: un hombre de cuna humilde y pocos estudios no podía haber escrito obras de tal grandeza.
Afortunadamente, con el transcurrir de los años, ningún crítico serio, ha suscrito estas anécdotas. Pero de las muchas refutaciones con las que han sido invalidadas, ninguna tan concluyente, aparte de los escasos datos históricos, como el testimonio de la obra misma, porque a través de su estilo y de su talento inconfundible, podemos descubrir al hombre.
En el sexto año del reinado de Isabel I de Inglaterra, el 26 de abril de 1564, fue bautizado William Shakespeare en Stradford-upon-Avon, un pueblecito del condado de Warwick, que no sobrepasaba los dos mil habitantes, orgullosos todos ellos de su iglesia, de su escuela y de su puente sobre el río. No se tiene constancia del día de su nacimiento, pero tradicionalmente su cumpleaños es festejado el 23 de abril, tal vez para encontrar algún designio o fatalidad en la fecha, ya que la muerte le llegó, cincuenta y dos años más tarde, ese mismo día.
No fue su cuna tan humilde como asegura la crítica adversa, ni sus estudios tan escasos como se supone. Aprendió la lengua de Virgilio en la escuela de Stradford, aunque fuera como alumno poco entusiasta. Sin embargo, no debió de permanecer mucho tiempo en las aulas, pues a los 13 años, la fortuna de su padre se esfumó y el joven hubo de colocarse como dependiente de carnicería. Se lo pinta también, diambulando por las riberas del río Avon, emborronando versos, entregado al estudio de nimedades botánicas o rivalizando con los más duros bebedores.
A los dieciocho años hubo de casarse con Anne Hathaway, una aldeana nueve años mayor que él, cuyo embarazo estaba muy adelantado. Pero no iba a resultar un marido ideal. Los intereses del poeta lo conducían por otros derroteros antes que camino del hogar. Seguía escribiendo versos, asistía a las representaciones que la compañía de cómicos de la lengua ofrecía en la Sala de Gremios de Stradford y no se perdía las mascaradas, fuegos artificiales, cabalgatas y funciones teatrales con que se celebraban las visitas de la reina al castillo de Kenilworth.
Según las leyendas, en 1886 fue sorprendido, in flaganti, cazando furtivamente. Nicholás Rowe, su primer biógrafo comenta: Por desgracia demasiado frecuente en los jóvenes, Shakespeare se dio a malas compañías, y algunos que robaban ciervos lo indujeron más de una vez a robarlos en el parque perteneciente a Sir Thomas Lucy de Charlecote, cerca de Stradford. En consecuencia, este caballero procesó a Shakespeare, quien, para vengarse, escribió una sátira sobre él. Este primer ensayo resultó tan agresivo que el caballero redobló su persecución, obligando a Shakespeare a dejar sus negocios y su familia y refugiarse en Londres. Es más plausible que el virus del teatro lo impulsara a unirse a alguna farándula de cómicos nómadas de paso por Stradford, y abandonando esposa e hijos, llegara, finalmente, a Londres.
A partir de ese momento encontramos una laguna en su vida que los biógrafos bautizaron como los años oscuros. No reaparece hasta 1593, cuando ya es un famoso dramaturgo y uno de los personajes más populares de Londres. Entretanto se le atribuían los siguientes empleos: pasante de abogado, maestro de escuela, soldado de fortuna, tutor de noble familia, e incluso guardián de caballos a la puerta de los teatros. Pasarían varios meses antes de que pudiera ingresar en ellos y meterse entre bastidores, primero como criado del apuntador, luego como comparsa, más tarde como actor reconocido y, por fin, como autor de gran prestigio.
Hacia 1589 Shakespeare comenzó a escribir. Lo hacía en hojas sueltas, como la gran mayoría de los poetas de entonces. Los actores aprendían y ensayaban sus papeles con toda prisa y leyendo del original, del que no se sacaban copias por falta de tiempo. Como cada tarde se ofrecía una obra diferente, el repertorio debía ser muy variado, pues si la obra fracasaba ya no se volvía a escenificar, mientras que, si gustaba, era repuesta en intervalos de dos a tres días.
Acuciado por el ritmo vertiginoso y espoleado por su genio, Shakespeare empezó a producir dos obras por año. En su primera etapa siguió la línea de los dramas isabelinos de capa y espada. De estos años (entre 1589 y 1592) son las obras con las que inaugura sus crónicas nacionales, sus dramas históricos: las tres primeras partes de Enrique VI, y la historia de quien lo asesinó, Ricardo III. La comdia de los errores, basada en un tema de Plauto, marca su faceta burlesca, y Tito Andrónico, tragedia bárbara inspirada en Séneca, su primera obra de tema romano.
Durante la peste de Londres, en 1592, Shakespeare se retiró a Stradford y desarrolló sus dotes poéticas. En 1593 publicó Venus y Adonis y en 1594 La violación de Lucrecia, dos poemas largos dedicados a su protector Henry Wriothesley, conde de Southampton, a quien se suele asociar con uno de los protagonistas de dichos sonetos. Según figura en los documentos de 1594, ya era miembro destacado de la mejor compañía de la época, la Compañía de actores de Lord Chamberlain, y había escrito La fierecilla domada, Los dos hidalgos de Verona, dos comedias de inspiración italiana, y una tercera, Trabajos de amor perdidos, ambientada en una Navarra imaginaria.
Shakespeare empezó como actor en la compañía, y aunque siguió haciéndolo hasta 1603, nunca llegó a interpretar papeles principales. Sin embargo, la experiencia debió serle útil: como Molière o Brecht fue un verdadero hombre de teatro: lo conocía desde dentro, participaba en los ensayos, presenciaba los espectáculos y concebía sus personajes pensando en actores concretos. Llegó a ser uno de los accionistas de su teatro y pudo ayudar económicamente a su padre. Entre 1594 y 1597 escribió Romeo y Julieta, El sueño de una noche de verano, dos obras de amor y de juventud, y los dramas históricos, Ricardo II, El rey Juan y El mercader de Venecia.
En 1598 la Compañía de Chamberlain se estableció en el nuevo teatro The Globe, cuyo nombre se uniría al de Shakespeare para siempre. Fue la época en la cual aparecieron Mucho ruido y pocas nueces, Como gustéis, Las alegres comadres de Windsor (que, según la leyenda, fue escrita en quince días por encargo urgente de la reina), Noche de Reyes y Bien está lo que bien acaba, escritas todas entre 1598 y 1603. De estos años son también Julio César, Troilo y Crésida, y su obra más famosa y perdurable, Hamlet.
A la muerte de Isabel I en 1603, Jacobo I, hijo de María Estuardo, y rey de Escocia desde 1567, se convirtió también en rey de Inglaterra y la compañía de Chamberlain pasó bajo su protección con el nombre de The King's Men, manteniendo el carácter público que los había caracterizado desde siempre. Financieramente la compañía funcionaba como una sociedad anónima, de la que Shakespeare fue uno de sus más importantes accionistas. Debido a la buena administración, su posición exonómica se afianzó aun más: compró varias propiedades en Londres y en Stradford, hizo distintas inversiones, entre ellas algunas agrícolas, y en 1608 compró una participación de los diezmos de la parroquia de Stradford.
Shakespeare siempre tuvo obras en escena. Entre 1600 y 1610 no dejó de estar en el candelero con sus principales impelidos a acomenter lo imposible, sus monarcas de ampuloso discurso, sus cortesanos vengativos y lúgubres, sus tipos cuerdos que se fingen locos, y sus tipos locos que pretenden llegar a lo más negro de su locura, sus hadas y genecillos vivaces, sus bufones, sus monstruos. Esta pléyade de criaturas capaces de abarrotar cielo y tierra le llenaron la bolsa.
A finales de siglo ya era bastante rico, e hizo edificar una casa en Stradford, con el nombre de New Place. En 1611, cuando se encontraba en la cúspide de la fama, se despidió de la escena con La Tempestad, cansado y quizás enfermo se retiró a su casa en New Place, dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su jardín. En él plantó la primera morena cultivada en Stradford. Murió el 23 de abril de 1616 a los cincuenta y dos años de edad, en una fecha que quedó marcada en negro en la historia de la literatura universal, por la luctuosa coincidencia con la muerte de Cervantes.
Es cierto que la juventud del poeta ofrece los pasajes más desconocidos para los biógrafos. Sin embargo, los verdaderos misterios de su vida pertenecen a aquellos años en los que su carrera puede ser reconstruida con bastante fidelidad. El más conocido de esos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero escritos, en su mayor parte, unos diez a quince años antes. Uno de los protagonistas de los 154 sonetos es una apuesta joven a la que el poeta admira mucho, y el otro es la famosa dama morena.
Muchos intentaron encontrar en esos poemas claves de la vida interior de Shakespeare, pruebas de su supuesta homosexualidad, afirmando que el joven galán de los sonetos, o tal vez la dama morena no era otro que el conde de Southampton, mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos primeras obras poéticas.
Otra de las incógnitas es que sus años de más éxito social, económico y profesional, entre 1603 y 1612, coinciden con la época de sus grandes tragedias, sus obras más amargas y desilusionadas, Otelo, El rey Lear, Macbeth, Coriolano y Timón de Atenas. Incluso la última comedia de esta época, Medida por medida es más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus últimas cuatro obras, Pericles, Cimbelino, El cuento de invierno y La tempestad, su maravillosa despedida del teatro y del mundo, muestran una curiosa incursión de elementos novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda bajo la influencia de la nueva generación. Hay otras dos obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes, ambas de 1612-1613, cuya autoría parxial suelen atribuírsele, ya que, según todos los indicios, fueron escritas en colaboración con el joven Flecher.
Alrededor de 1613, en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su carrera, Shakespeare rompió abrúptamente con el teatro y se retiró a su ciudad natal. Sus últimos años transcurrieron como un respetado hidalgo rural: participaba en la vida social de Stradford, administraba sus propiedades y compartía sus días con familiares y vecinos.
Sus obras siguieron en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar algún contacto, aunque solo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una leyenda registrada medio siglo después, que murió a consecuencia de un banquete celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta historia el hecho de que un mes antes dictara su testamento rubricándolo con una firma temblorosa, que permite imaginar que ya se encontraba enfermo.
La posteridad se ha ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor. Muchos querían negarle la autoría de su obra, atribuyéndola a espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A Voltaire y Tolstoi, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su origen plebeyo), sino más bien su obra. Es la misma libertad, verbal, dramática, emocional. Se expresa con veloces imágenes, en una misma obra salta años, países y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama y alterna el tono cómico con el trágico. Su obra es la perenne inquietud y la perspectiva el infinito. Hace caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a unas leyes más importantes y atractivas que ls de la unidad de tiempo o de lugar. Nadie logró inmortalizar a tantos personajes como este dramaturgo. En palabras de su amigo y rival Don Jonson: Él no era de una época, sino para todos los tiempos.
Grandes lagunas, un ramillete de relatos apócrifos y algunos datos dispersos conforman su biografía. Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento. Ciertos aficionados a la criptografía creyeron encontrar, en sus obras, claves que revelaban el nombre de los verdaderos autores. En consonancia con las carátulas teatrales, Shakespeare fue dividido en el Pseudo Shakespeare y en Shakespeare el Bribón. Bajo esta labor de mero entretenimiento alentaba un curioso esnobismo: un hombre de cuna humilde y pocos estudios no podía haber escrito obras de tal grandeza.
Afortunadamente, con el transcurrir de los años, ningún crítico serio, ha suscrito estas anécdotas. Pero de las muchas refutaciones con las que han sido invalidadas, ninguna tan concluyente, aparte de los escasos datos históricos, como el testimonio de la obra misma, porque a través de su estilo y de su talento inconfundible, podemos descubrir al hombre.
En el sexto año del reinado de Isabel I de Inglaterra, el 26 de abril de 1564, fue bautizado William Shakespeare en Stradford-upon-Avon, un pueblecito del condado de Warwick, que no sobrepasaba los dos mil habitantes, orgullosos todos ellos de su iglesia, de su escuela y de su puente sobre el río. No se tiene constancia del día de su nacimiento, pero tradicionalmente su cumpleaños es festejado el 23 de abril, tal vez para encontrar algún designio o fatalidad en la fecha, ya que la muerte le llegó, cincuenta y dos años más tarde, ese mismo día.
No fue su cuna tan humilde como asegura la crítica adversa, ni sus estudios tan escasos como se supone. Aprendió la lengua de Virgilio en la escuela de Stradford, aunque fuera como alumno poco entusiasta. Sin embargo, no debió de permanecer mucho tiempo en las aulas, pues a los 13 años, la fortuna de su padre se esfumó y el joven hubo de colocarse como dependiente de carnicería. Se lo pinta también, diambulando por las riberas del río Avon, emborronando versos, entregado al estudio de nimedades botánicas o rivalizando con los más duros bebedores.
A los dieciocho años hubo de casarse con Anne Hathaway, una aldeana nueve años mayor que él, cuyo embarazo estaba muy adelantado. Pero no iba a resultar un marido ideal. Los intereses del poeta lo conducían por otros derroteros antes que camino del hogar. Seguía escribiendo versos, asistía a las representaciones que la compañía de cómicos de la lengua ofrecía en la Sala de Gremios de Stradford y no se perdía las mascaradas, fuegos artificiales, cabalgatas y funciones teatrales con que se celebraban las visitas de la reina al castillo de Kenilworth.
Según las leyendas, en 1886 fue sorprendido, in flaganti, cazando furtivamente. Nicholás Rowe, su primer biógrafo comenta: Por desgracia demasiado frecuente en los jóvenes, Shakespeare se dio a malas compañías, y algunos que robaban ciervos lo indujeron más de una vez a robarlos en el parque perteneciente a Sir Thomas Lucy de Charlecote, cerca de Stradford. En consecuencia, este caballero procesó a Shakespeare, quien, para vengarse, escribió una sátira sobre él. Este primer ensayo resultó tan agresivo que el caballero redobló su persecución, obligando a Shakespeare a dejar sus negocios y su familia y refugiarse en Londres. Es más plausible que el virus del teatro lo impulsara a unirse a alguna farándula de cómicos nómadas de paso por Stradford, y abandonando esposa e hijos, llegara, finalmente, a Londres.
A partir de ese momento encontramos una laguna en su vida que los biógrafos bautizaron como los años oscuros. No reaparece hasta 1593, cuando ya es un famoso dramaturgo y uno de los personajes más populares de Londres. Entretanto se le atribuían los siguientes empleos: pasante de abogado, maestro de escuela, soldado de fortuna, tutor de noble familia, e incluso guardián de caballos a la puerta de los teatros. Pasarían varios meses antes de que pudiera ingresar en ellos y meterse entre bastidores, primero como criado del apuntador, luego como comparsa, más tarde como actor reconocido y, por fin, como autor de gran prestigio.
Hacia 1589 Shakespeare comenzó a escribir. Lo hacía en hojas sueltas, como la gran mayoría de los poetas de entonces. Los actores aprendían y ensayaban sus papeles con toda prisa y leyendo del original, del que no se sacaban copias por falta de tiempo. Como cada tarde se ofrecía una obra diferente, el repertorio debía ser muy variado, pues si la obra fracasaba ya no se volvía a escenificar, mientras que, si gustaba, era repuesta en intervalos de dos a tres días.
Acuciado por el ritmo vertiginoso y espoleado por su genio, Shakespeare empezó a producir dos obras por año. En su primera etapa siguió la línea de los dramas isabelinos de capa y espada. De estos años (entre 1589 y 1592) son las obras con las que inaugura sus crónicas nacionales, sus dramas históricos: las tres primeras partes de Enrique VI, y la historia de quien lo asesinó, Ricardo III. La comdia de los errores, basada en un tema de Plauto, marca su faceta burlesca, y Tito Andrónico, tragedia bárbara inspirada en Séneca, su primera obra de tema romano.
Durante la peste de Londres, en 1592, Shakespeare se retiró a Stradford y desarrolló sus dotes poéticas. En 1593 publicó Venus y Adonis y en 1594 La violación de Lucrecia, dos poemas largos dedicados a su protector Henry Wriothesley, conde de Southampton, a quien se suele asociar con uno de los protagonistas de dichos sonetos. Según figura en los documentos de 1594, ya era miembro destacado de la mejor compañía de la época, la Compañía de actores de Lord Chamberlain, y había escrito La fierecilla domada, Los dos hidalgos de Verona, dos comedias de inspiración italiana, y una tercera, Trabajos de amor perdidos, ambientada en una Navarra imaginaria.
Shakespeare empezó como actor en la compañía, y aunque siguió haciéndolo hasta 1603, nunca llegó a interpretar papeles principales. Sin embargo, la experiencia debió serle útil: como Molière o Brecht fue un verdadero hombre de teatro: lo conocía desde dentro, participaba en los ensayos, presenciaba los espectáculos y concebía sus personajes pensando en actores concretos. Llegó a ser uno de los accionistas de su teatro y pudo ayudar económicamente a su padre. Entre 1594 y 1597 escribió Romeo y Julieta, El sueño de una noche de verano, dos obras de amor y de juventud, y los dramas históricos, Ricardo II, El rey Juan y El mercader de Venecia.
En 1598 la Compañía de Chamberlain se estableció en el nuevo teatro The Globe, cuyo nombre se uniría al de Shakespeare para siempre. Fue la época en la cual aparecieron Mucho ruido y pocas nueces, Como gustéis, Las alegres comadres de Windsor (que, según la leyenda, fue escrita en quince días por encargo urgente de la reina), Noche de Reyes y Bien está lo que bien acaba, escritas todas entre 1598 y 1603. De estos años son también Julio César, Troilo y Crésida, y su obra más famosa y perdurable, Hamlet.
A la muerte de Isabel I en 1603, Jacobo I, hijo de María Estuardo, y rey de Escocia desde 1567, se convirtió también en rey de Inglaterra y la compañía de Chamberlain pasó bajo su protección con el nombre de The King's Men, manteniendo el carácter público que los había caracterizado desde siempre. Financieramente la compañía funcionaba como una sociedad anónima, de la que Shakespeare fue uno de sus más importantes accionistas. Debido a la buena administración, su posición exonómica se afianzó aun más: compró varias propiedades en Londres y en Stradford, hizo distintas inversiones, entre ellas algunas agrícolas, y en 1608 compró una participación de los diezmos de la parroquia de Stradford.
Shakespeare siempre tuvo obras en escena. Entre 1600 y 1610 no dejó de estar en el candelero con sus principales impelidos a acomenter lo imposible, sus monarcas de ampuloso discurso, sus cortesanos vengativos y lúgubres, sus tipos cuerdos que se fingen locos, y sus tipos locos que pretenden llegar a lo más negro de su locura, sus hadas y genecillos vivaces, sus bufones, sus monstruos. Esta pléyade de criaturas capaces de abarrotar cielo y tierra le llenaron la bolsa.
A finales de siglo ya era bastante rico, e hizo edificar una casa en Stradford, con el nombre de New Place. En 1611, cuando se encontraba en la cúspide de la fama, se despidió de la escena con La Tempestad, cansado y quizás enfermo se retiró a su casa en New Place, dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su jardín. En él plantó la primera morena cultivada en Stradford. Murió el 23 de abril de 1616 a los cincuenta y dos años de edad, en una fecha que quedó marcada en negro en la historia de la literatura universal, por la luctuosa coincidencia con la muerte de Cervantes.
Es cierto que la juventud del poeta ofrece los pasajes más desconocidos para los biógrafos. Sin embargo, los verdaderos misterios de su vida pertenecen a aquellos años en los que su carrera puede ser reconstruida con bastante fidelidad. El más conocido de esos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero escritos, en su mayor parte, unos diez a quince años antes. Uno de los protagonistas de los 154 sonetos es una apuesta joven a la que el poeta admira mucho, y el otro es la famosa dama morena.
Muchos intentaron encontrar en esos poemas claves de la vida interior de Shakespeare, pruebas de su supuesta homosexualidad, afirmando que el joven galán de los sonetos, o tal vez la dama morena no era otro que el conde de Southampton, mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos primeras obras poéticas.
Otra de las incógnitas es que sus años de más éxito social, económico y profesional, entre 1603 y 1612, coinciden con la época de sus grandes tragedias, sus obras más amargas y desilusionadas, Otelo, El rey Lear, Macbeth, Coriolano y Timón de Atenas. Incluso la última comedia de esta época, Medida por medida es más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus últimas cuatro obras, Pericles, Cimbelino, El cuento de invierno y La tempestad, su maravillosa despedida del teatro y del mundo, muestran una curiosa incursión de elementos novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda bajo la influencia de la nueva generación. Hay otras dos obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes, ambas de 1612-1613, cuya autoría parxial suelen atribuírsele, ya que, según todos los indicios, fueron escritas en colaboración con el joven Flecher.
Alrededor de 1613, en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su carrera, Shakespeare rompió abrúptamente con el teatro y se retiró a su ciudad natal. Sus últimos años transcurrieron como un respetado hidalgo rural: participaba en la vida social de Stradford, administraba sus propiedades y compartía sus días con familiares y vecinos.
Sus obras siguieron en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar algún contacto, aunque solo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una leyenda registrada medio siglo después, que murió a consecuencia de un banquete celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta historia el hecho de que un mes antes dictara su testamento rubricándolo con una firma temblorosa, que permite imaginar que ya se encontraba enfermo.
La posteridad se ha ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor. Muchos querían negarle la autoría de su obra, atribuyéndola a espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A Voltaire y Tolstoi, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su origen plebeyo), sino más bien su obra. Es la misma libertad, verbal, dramática, emocional. Se expresa con veloces imágenes, en una misma obra salta años, países y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama y alterna el tono cómico con el trágico. Su obra es la perenne inquietud y la perspectiva el infinito. Hace caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a unas leyes más importantes y atractivas que ls de la unidad de tiempo o de lugar. Nadie logró inmortalizar a tantos personajes como este dramaturgo. En palabras de su amigo y rival Don Jonson: Él no era de una época, sino para todos los tiempos.
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