Georges Bizet y su Carmen
Carmen es una ópera comique francesa en cuatro actos con música de Georges BIzet y libreto en francés de Ludovic Hálevy y Henri Meilhac, basada en la novela Carmen de Prosper Mérimée, publicada por vez primera en 1845, la cual, a su vez posiblemente estuviera influida por el poema narrativo Los Gitanos de Alexander Pushkin. Mérimée había leído el poema en ruso en 1840 y lo tradujo al francés en 1852.
La ópera se estrenó en la Ópera Comique de París, el 3 de marzo de 1875, pero su estreno fue criticado por la mayoría de los críticos, y estuvo a punto de retirarse después de su cuarta o quinta representación, y aunque esto se pudo evitar, solo llegó a las 48 representaciones en su primera temporada, y contribuyó muy poco en subir los decaídos ingresos de la Ópera Comique. Cerca del final de temporada el teatro regalaba entradas para incrementar la audiencia. Bizet murió de un ataque al corazón, a los 36 años de edad, el 3 de junio de 1875, sin llegar a saber lo popular que iba a ser su Carmen. En octubre de 1875 fue producida en Viena con éxito de público y crítica, lo que marcó el inicio de su popularidad mundial.
Esta última ópera de Bizet no solo transformó el género de la ópera comique que había permanecido estático a lo largo de medio siglo, sino que virtualmente puso fin al mismo. En unos pocos años desapareció la virtual distinción entre la ópera (seria, heróica y declamatoria) y ópera comique (ligera, burguesa y con diálogos hablados). Cármen alimentó un movimiento que iba a ganar, con el tiempo, tanto celebridad como notoriedad, primero en Italia, y luego en el resto del mundo: el culto al realismo, conocido como verismo
La historia de Carmen está ambientada en Sevilla, España, alrededor del año 1840: Carmen, una bella gitana con un fiero temperamento, libre, seduce al cabo Don José, un soldado inexperto. La relación de la gitana con el soldado lleva a que éste rechace a su anterior amor (Micaela), al amotinamiento contra su superior y, finalmente a unirse a un grupo de contrabandistas. Sus celos, al notar que Carmen prefiere quedarse con el torero Escamillo son ya incontrolables, y la ópera termina con una lógica tragedia: la muerte de Carmen a manos de Don José.
En 1872, Georges BIzet colaboró con el estreno de una obra de teatro de Alphonse Dudet. La idea era poner música a entreactos y fragmentos de la obra. El resultado fueron una serie de pequeños trozos orquestales, que, por la maestría de su composición y orquestación tomaron vida propia en forma de suites orquestales: L'Arlesienne, una de sus obras más recordadas y aplaudidas.
En aquella misma época, Bizet se había hecho cargo de un proyecto que le resultaba mucho más interesante. La Ópera Comique le había encargado una ópera en cuya colaboración se había propuesto a los libretistas Henri Meilhac y Ludovic Hálevy, los libretistas más famosos del París de aquel momento. La especialidad de la dupla era la operata clásica, género donde su firma era sinónimo de éxito asegurado.
La obra Carmen de Mérimee, escrita en primera persona, habla de la supuesta confesión que le hiciera un ex soldado condenado a muerte al autor en la víspera de su ejecución. Oriundo de las altas tierras de Navarra, el militar, José Lizzarrabengos, había pertenecido a una familia acomodada y, en virtud de su profesión, se había trasladado a Andalucía. Su escasa experiencia, sobre todo a lo que se refiere a mujeres, lo había envuelto en un acto de insubordinación al dejar escapar a una gitana arrestada por un hecho menor. A partir de ese momento todo se precipitó en su vida, pasando a ser, de un garante de la ley, al ladrón, contrabandista y asesino de su amante, cargo por el que ahora enfrentaba ese terrible destino.
El trágico Georges Bizet nació en París, el 25 de octubre de 1838. Provenía de una familia de músicos, de manera que a nadie le sorprendió que a los 17 años de edad escribiera una sinfonía encantadora, que no se ejecutó hasta ochenta años más tarde. Tal vez fue esa su desgracia: que nada de lo que hiciera en su vida pareció sorprender a nadie. Ni cuando ganó a los 19 años el Premio de Roma, ni cuando compuso, a los 25 años, la bella ópera Les pécheurs de perles (Los Pescadores de Perlas). Tampoco cuando compuso, en 1863, La jolie fille de Perth, ni siquiera cuando, a los 37 años, compuso su obra maestra Carmen.
Bizet menciona, por primera vez en 1972 un encargo de la Ópera Comique de París, pero es posible que el tema no se decidiera entonces, porque, en realidad habla de una ópera ligera. Apenas se conocen detalles sobre la composición de Carmen. Es posible que se acabara en 1874 (año de la muerte del compositor), y que la orquestación se preparase en dos meses. Tanto la orquesta como el coro y los solistas protestaron varias veces por la modernidad de la obra, a tal punto que Bizet estuvo dispuesto a llevar a cabo importantes cambios por dichas presiones. Fue durante los ensayos que añadió la Habanera, la Canción del Torero y el aria de Micaela, sin embargo, nada pudo salvar el estreno: tanto el público como la crítica se mostraron indiferentes y fríos. Tres meses más tarde Bizet había muerto, y fue su amigo Ernst Guiraud, quien compuso algunos recitativos, pensados para sustituir la prosa del original, mientras que Julius Hoppe tradujo el libreto al alemán, presentándose en la Hofoper de Viena, en 1875, siendo clamorosamente aclamada, con lo que comenzó su popularidad y su conquista del mundo entero.
Pero volvamos a la Carmen de Mérimée por un instante: Éste no trata muy amablemente a las mujeres en general, y, particularmente a Carmen, a quien describe como bruja, ladrona y prostituta. Sin embargo, dedica grandes párrafos a describir su exótica belleza, razón más que suficiente para embrujar completamente a cualquier hombre, y explicación lógica, según Mérimée, de la completa pérdida de juicio sufrida por Don José, que fue sometido a cambio de migajas de amor a total servidumbre.
Los destacados hombres de teatro Henri Meilhac y Ludovic Hálevy intuyeron el intenso dramatismo de este argumento, y, aunque siguieron al pie de la letra algunas escenas de la novela de Mérimée, dieron una forma nueva a detalles importantes. No solo inventaron el personaje de Micaela, que convirtieron en complemento de Carmen, sino que eliminaron muchas figuras secundarias (por ejemplo, un marido de Carmen), inventaron lugares (como la plaza de toros del último acto), hicieron del último amante de Carmen un torero (en vez de un ayudante secundario del matador), pero sobre todo atenuaron de manera visible el ambiente criminal de Carmen (solo quedó el contrabando como acción contraria a la ley) y dieron, de manera decisiva mayor valor al carácter de Carmen (que ya no es, como en la novela, una ladrona y una criatura superficial). Surgió así uno de los mejores libretos de óperas: cautivador, lleno de suspenso, humanamente conmovedor, psicológicamente fascinante, y, en consecuencia, efectivo como obra de teatro.
En una carta, escrita por Mérimée en 1830, titulada Les sorcières espagnoles (las brujas/hechiceras españolas), el autor nos presentará a Carmencita, una adolescente gitana, pretendidamente bruja y feliz antecedente de la Carmen de 1845, de la que se dice que echa la suerte y lee el destino. Aparentemente una inocente niña que lleva en sí el germen destructor manifiesto en la novela y en todas las Carmen que han existido y que existirán desde entonces.
La pasión, la muerte, la libertad, el destino son los cuatro temas en los que se entreteje esta historia, basado en el conflicto de los personajes al vivir cada uno de estos temas.
En Cármen, ópera y libro, como en tantos otros casos, la oposición entre individuos encierra una clase de oposición general entre capas sociales, entre culturas: es la transposición a la literatura realista del siglo XIXdel tema clásico que, desde Medea la literatura occidental ha venido cultivando y que quizás halle en el subtema de los jóvenes amantes pertenecientes a familias enemigas su más popular plasmación.
Bizet creó alrededor de este carácter tan remecedor, una de las obras más violentas y a la vez, una de las obras más bellas de toda la historia de la ópera, que conoce de admiradores y de seguidores incondicionales en todos los rincones del mundo.
En lo musical como en lo argumental, la obra no tiene desperdicio alguno. Heredero de numerosas escuelas musicales, Bizet mezcla estilos y teorías para crear una obra muy sólida.
Nos hallamos ante una obra maestra inolvidable. Rara vez logra un compositor dar forma simultaneamente a las grandes líneas y al detalle más pequeño. Bizet lo condiguió en Carmen, y además con un estilo totalmente personal, que no sigue ni a Wagner ni a Verdi, hazaña de la que muy pocos músicos de la época fueron capaces. La melodía, la armonía, el ritmo y la instrumentación son igualmente perfectos en belleza y fuerza expresiva. Quizás el único pecado de Bizet fue el de escribir una partitura tan seductora y el de Carmen el haberse vuelto tan famosa. A pesar de ello, la partitura sigue generando un particular entusiasmo, no solamente entre el público que acude a apreciarla en masa, sino también entre los músicos que deben interpretarla.
Esta última ópera de Bizet no solo transformó el género de la ópera comique que había permanecido estático a lo largo de medio siglo, sino que virtualmente puso fin al mismo. En unos pocos años desapareció la virtual distinción entre la ópera (seria, heróica y declamatoria) y ópera comique (ligera, burguesa y con diálogos hablados). Cármen alimentó un movimiento que iba a ganar, con el tiempo, tanto celebridad como notoriedad, primero en Italia, y luego en el resto del mundo: el culto al realismo, conocido como verismo
La historia de Carmen está ambientada en Sevilla, España, alrededor del año 1840: Carmen, una bella gitana con un fiero temperamento, libre, seduce al cabo Don José, un soldado inexperto. La relación de la gitana con el soldado lleva a que éste rechace a su anterior amor (Micaela), al amotinamiento contra su superior y, finalmente a unirse a un grupo de contrabandistas. Sus celos, al notar que Carmen prefiere quedarse con el torero Escamillo son ya incontrolables, y la ópera termina con una lógica tragedia: la muerte de Carmen a manos de Don José.
En 1872, Georges BIzet colaboró con el estreno de una obra de teatro de Alphonse Dudet. La idea era poner música a entreactos y fragmentos de la obra. El resultado fueron una serie de pequeños trozos orquestales, que, por la maestría de su composición y orquestación tomaron vida propia en forma de suites orquestales: L'Arlesienne, una de sus obras más recordadas y aplaudidas.
En aquella misma época, Bizet se había hecho cargo de un proyecto que le resultaba mucho más interesante. La Ópera Comique le había encargado una ópera en cuya colaboración se había propuesto a los libretistas Henri Meilhac y Ludovic Hálevy, los libretistas más famosos del París de aquel momento. La especialidad de la dupla era la operata clásica, género donde su firma era sinónimo de éxito asegurado.
La obra Carmen de Mérimee, escrita en primera persona, habla de la supuesta confesión que le hiciera un ex soldado condenado a muerte al autor en la víspera de su ejecución. Oriundo de las altas tierras de Navarra, el militar, José Lizzarrabengos, había pertenecido a una familia acomodada y, en virtud de su profesión, se había trasladado a Andalucía. Su escasa experiencia, sobre todo a lo que se refiere a mujeres, lo había envuelto en un acto de insubordinación al dejar escapar a una gitana arrestada por un hecho menor. A partir de ese momento todo se precipitó en su vida, pasando a ser, de un garante de la ley, al ladrón, contrabandista y asesino de su amante, cargo por el que ahora enfrentaba ese terrible destino.
El trágico Georges Bizet nació en París, el 25 de octubre de 1838. Provenía de una familia de músicos, de manera que a nadie le sorprendió que a los 17 años de edad escribiera una sinfonía encantadora, que no se ejecutó hasta ochenta años más tarde. Tal vez fue esa su desgracia: que nada de lo que hiciera en su vida pareció sorprender a nadie. Ni cuando ganó a los 19 años el Premio de Roma, ni cuando compuso, a los 25 años, la bella ópera Les pécheurs de perles (Los Pescadores de Perlas). Tampoco cuando compuso, en 1863, La jolie fille de Perth, ni siquiera cuando, a los 37 años, compuso su obra maestra Carmen.
Bizet menciona, por primera vez en 1972 un encargo de la Ópera Comique de París, pero es posible que el tema no se decidiera entonces, porque, en realidad habla de una ópera ligera. Apenas se conocen detalles sobre la composición de Carmen. Es posible que se acabara en 1874 (año de la muerte del compositor), y que la orquestación se preparase en dos meses. Tanto la orquesta como el coro y los solistas protestaron varias veces por la modernidad de la obra, a tal punto que Bizet estuvo dispuesto a llevar a cabo importantes cambios por dichas presiones. Fue durante los ensayos que añadió la Habanera, la Canción del Torero y el aria de Micaela, sin embargo, nada pudo salvar el estreno: tanto el público como la crítica se mostraron indiferentes y fríos. Tres meses más tarde Bizet había muerto, y fue su amigo Ernst Guiraud, quien compuso algunos recitativos, pensados para sustituir la prosa del original, mientras que Julius Hoppe tradujo el libreto al alemán, presentándose en la Hofoper de Viena, en 1875, siendo clamorosamente aclamada, con lo que comenzó su popularidad y su conquista del mundo entero.
Pero volvamos a la Carmen de Mérimée por un instante: Éste no trata muy amablemente a las mujeres en general, y, particularmente a Carmen, a quien describe como bruja, ladrona y prostituta. Sin embargo, dedica grandes párrafos a describir su exótica belleza, razón más que suficiente para embrujar completamente a cualquier hombre, y explicación lógica, según Mérimée, de la completa pérdida de juicio sufrida por Don José, que fue sometido a cambio de migajas de amor a total servidumbre.
Los destacados hombres de teatro Henri Meilhac y Ludovic Hálevy intuyeron el intenso dramatismo de este argumento, y, aunque siguieron al pie de la letra algunas escenas de la novela de Mérimée, dieron una forma nueva a detalles importantes. No solo inventaron el personaje de Micaela, que convirtieron en complemento de Carmen, sino que eliminaron muchas figuras secundarias (por ejemplo, un marido de Carmen), inventaron lugares (como la plaza de toros del último acto), hicieron del último amante de Carmen un torero (en vez de un ayudante secundario del matador), pero sobre todo atenuaron de manera visible el ambiente criminal de Carmen (solo quedó el contrabando como acción contraria a la ley) y dieron, de manera decisiva mayor valor al carácter de Carmen (que ya no es, como en la novela, una ladrona y una criatura superficial). Surgió así uno de los mejores libretos de óperas: cautivador, lleno de suspenso, humanamente conmovedor, psicológicamente fascinante, y, en consecuencia, efectivo como obra de teatro.
En una carta, escrita por Mérimée en 1830, titulada Les sorcières espagnoles (las brujas/hechiceras españolas), el autor nos presentará a Carmencita, una adolescente gitana, pretendidamente bruja y feliz antecedente de la Carmen de 1845, de la que se dice que echa la suerte y lee el destino. Aparentemente una inocente niña que lleva en sí el germen destructor manifiesto en la novela y en todas las Carmen que han existido y que existirán desde entonces.
La pasión, la muerte, la libertad, el destino son los cuatro temas en los que se entreteje esta historia, basado en el conflicto de los personajes al vivir cada uno de estos temas.
En Cármen, ópera y libro, como en tantos otros casos, la oposición entre individuos encierra una clase de oposición general entre capas sociales, entre culturas: es la transposición a la literatura realista del siglo XIXdel tema clásico que, desde Medea la literatura occidental ha venido cultivando y que quizás halle en el subtema de los jóvenes amantes pertenecientes a familias enemigas su más popular plasmación.
Bizet creó alrededor de este carácter tan remecedor, una de las obras más violentas y a la vez, una de las obras más bellas de toda la historia de la ópera, que conoce de admiradores y de seguidores incondicionales en todos los rincones del mundo.
En lo musical como en lo argumental, la obra no tiene desperdicio alguno. Heredero de numerosas escuelas musicales, Bizet mezcla estilos y teorías para crear una obra muy sólida.
Nos hallamos ante una obra maestra inolvidable. Rara vez logra un compositor dar forma simultaneamente a las grandes líneas y al detalle más pequeño. Bizet lo condiguió en Carmen, y además con un estilo totalmente personal, que no sigue ni a Wagner ni a Verdi, hazaña de la que muy pocos músicos de la época fueron capaces. La melodía, la armonía, el ritmo y la instrumentación son igualmente perfectos en belleza y fuerza expresiva. Quizás el único pecado de Bizet fue el de escribir una partitura tan seductora y el de Carmen el haberse vuelto tan famosa. A pesar de ello, la partitura sigue generando un particular entusiasmo, no solamente entre el público que acude a apreciarla en masa, sino también entre los músicos que deben interpretarla.
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