Giuseppe Verdi
GIUSEPPE VERDI
Giuseppe Verdi falleció en el Gran Hotel de Milán, el 27 de enero de 1901, a los ochenta y siete años de edad. Al momento en que fue anunciado su desaparición física una multitud se reunió en las calles aledañas al Hotel donde ocurrió el deceso. En menos de 24 horas todas las banderas de Milán portaban listones negros, los establecimientos cerraron sus puertas durante tres días en señal de luto y respeto. Los teatros hicieron lo propio y los periódicos publicaron ediciones especiales con el borde de sus páginas en negro. Un mes después de su muerte se realizó el servicio fúnebre oficial, al que dieron cita más de 300.000 personas, y en el que Arturo Toscanini dirigió el coro Va pensiero, de la ópera Nabucco, lo cual arrasó lágrimas de todos los presentes, desde la gente de la realeza hasta los italianos más modestos. Todos ellos lloraron y cantaron al unísono aquel coro que tanto ha caracterizado la libertad de la humanidad como a la estricta verdiana en particular.
Por paradójico que pueda parecer, Verdi fue inscrito en el Registro Civil de Roncole, con los nombres de Joseph Fortunin François, debido a que el imperio de Napoleón, que ya tenía las horas contadas, aun ocupaba Italia septentrional. El niño recibió las primeras lecciones musicales en la casa parroquial del pueblo, y su padre, haciendo un gran esfuerzo, le regaló una pequeña espineta para que se ejercitara, y que no tardó en destrozar por la forma tan impulsiva de tocar. Con tan solo 8 años de edad, Verdi había realizado tales progresos musicales que solía sustituir al organista del pueblo.
A instancias del mayorista Barezzi, fue enviado, a los diez años a Busseto para proseguir su formación musical. Con 18 años, Barezzi lo admite en su propia casa como huésped, y Verdi, para agradecer semejante hospitalidad, se enamora de la hija del mayorista, Margherita, con quien acabaría posteriormente casándose. Curiosamente Barezzi estaba tan convencido de las cualidades musicales de Verdi que, lejos de ofenderse por el cortejo a su hija consiguió una beca para que Versi pudiera estudiar en el Conservatorio de Milán, aunque allí (en el conservatorio) descubrieron que Verdi era muy limitado en sus capacidades pianísticas, por lo que le rechazaron su petición de ingreso. De tal modo, no le quedó otra alternativa que acudir a la enseñanza privada.
El 17 de noviembre de 1839 estrena, con un éxito moderado, Oberto, conte di San Bonifacio, en La Scala. El entonces empresario Bartolomeo Merelli, por ese entonces gerente de La Scala, vio en Verdi una gran promesa musical, y por ello decide encargarle una nueva ópera, de carácter cómico, por exigencias del equilibrio de géneros en la programación. La obra Un giorno di regno fue estrenada después de muchas peripecias, el 5 de septiembre de 1840, con un resultado desatroso. Ello provocó tal depresión en el compositor que se planteó muy seriamente su abandono irreversible como compositor, regresando del todo compungido a Busecco.
Sin embargo, Verdi aguantó muy poco el ambiente de Busecco, ya que muchos se burlaban abiertamente de su fracaso en Milán, y decide regresar nuevamente a Milán . Merelli, totalmente convencido de las capacidades musicales de Verdi (a pesar del fracaso anterior), propone a Verdi la composición de una nueva ópera, y aunque el compositor se negó en un principio, la insistencia de Merelli fue tan obstinada, que al compositor no le quedó otra salida que comenzar a esbozar su nueva obra. Durante los ensayos de aquella nueva ópera el clima era muy eufórico, no solo entre los cantantes y músicos, sino también entre los tramoyistas, pintores e iluminadores que abandonaban sus quehaceres para asistir boquiabiertos a todo lo que estaba ocurriendo en la sala de ensayos. Finalmente, aquella ópera, Nabucco, se estrenó el 9 de marzo de 1842, con un éxito difícil de narrar. Una vez interpretado el famoso coro de esclavos Va pensiero, el teatro se levantó de golpe y se concedió tras casi media hora de aplausos y vítores un bis del mismo, algo que contravenía la normativa de La Scala. La escena del coro significó para los italianos el reflejo de su propia situación bajo el yugo de la ocupación austríaca, y por ello no resultó extraño tal demostración de un patriótico entusiasmo. Nabucco, por exigencias de programación, solo pudo repetirse ocho veces en marzo, pero en verano llegó a representarse durante 57 noches seguidas, algo extraordinario. La vida de Verdi experimentó un cambio radical, y su figura fue disputada en todos los salones de la alta burguesía milanesa.
Tras el clamoroso éxito de Nabucco, Verdi estrenó al año siguiente I lombardi a la prima Crociata, ópera que contiene el coro O Signor che del tetto natio, que evocaba las durezas de una patria lejana y que de igual manera se empezó a cantar por las calles en clara referencia intimidatoria frente a las tropas austríacas. El 19 de marzo de 1844 Verdi estrena Ernani, con libreto de Francesco Maria Piave en La Fenice de Venecia, con un éxito absoluto, aunque menos arrollador. Es en este momento cuando comienza una época vertiginosa en su producción operística: El 3 de noviembre del mismo año presenta I due Foscari, en Roma, el 15 de febrero de 1845 Giovanna d'Arco en La Scala, solo seis meses después Alzira, en el Teatro San Carlo de Nápoles. Tras muchas vicisitudes con el libretista, finalmente también puede estrenar Attila, el 17 de marzo de 1846, en La Fenice de Venecia con un gran éxito. Tras aquellos éxitos Verdi redujo un poco el ritmo de trabajo, aunque no le impidió presentar la novedosa Macbeth el 14 de mayo de 1847 en Florencia y I Masnadieri, en Londres, el 22 de junio del mismo año.
Tras el estreno londinense Verdi acudió a París, ciudad en la que se instalaría durante siete meses siguientes y en donde entabló una relación sentimental con la soprano Giuseppina Strepponi. En el parisino Teatro de la Ópera Verdi presentó Jérusalem, nuevo título de I lombardi a la prima Crociata, ópera modificada con nuevos pasajes musicales, basada ahora en un texto francés. Sin embargo, los acontecimientos acontecidos en Italia durante marzo de 1848 (Sublevación de Milán y Venecia, y ataque de las tropas piamontesas al ejército austríaco), hacen que Verdi tenga la aspiración de componer la música de una nueva Italia. Aunque la revolución iniciada es todo un fracaso, Verdi logra estrenar, el 25 de octubre de 1848, en Trieste Il corsaro, para luego componer en Roma La bataglia de Legnano, alusiva a la antigua victoria de los ejércitos de la Liga Lombarda sobre las tropas del emperador Federico Barbarroja.
Por esas fechas Verdi gozaba de una cómoda independencia financiera. Con la derrota del movimiento revolucionario, los italianos fueron conscientes de que la libertad solo se podía obtener alcanzando la unidad de Italia. Paradójicamente la música de Verdi tomó otros derroteros. Desaparecieron los coros patrióticos, los lamentos de pueblos oprimidos y los ejércitos en marcha. Su ópera comenzó a orientarse hacia la profundización emotiva de la esfera íntima y privada de los individuos. De allí surge Luisa Miller (Nápoles, 1849), Stiffelio (Trieste, 1850) y una de las triologías más geniales de la historia de la ópera: Rigoletto (Venecia, 1851), Il Trovatore (Roma, 1853) y La Traviata (Venecia, 1853).
Tras esta triología, Verdi buscó una especie de renovación formal en la ópera, con lo que lógicamente los intervalos entre obra y obra aumentaban progresivamente. De esta manera, en 1855 estrena Il vespri siciliani en París, con título original en francés, dos años más tarde la primera versión de Simon Boccanegra (silbada en Venecia) y en 1859 Un ballo in maschera, estrenada en Roma tras ser censurada en Nápoles. La fama de Verdi crecía como la espuma en toda Europa y así, en 1862, estrena en San Petersburgo, La forza del destino. Trece años después revisó Macbeth para su versión francesa, y en 1867 presenta en París Don Carlo, una de sus grandes obras maestras. Junto a Wagner, Versi se alza como la gran figura operística de la época.
El 24 de diciembre de 1871, con motivo de la apertura del Canal de Suez, se estrena Aida en el Cairo, ópera que dos meses después triunfará clamorosamente en La Scala. Su inspiración parece no tener límites, y el 22 de mayo de 1874 presenta en Milán su Misa de Requiem, una de sus cimas absolutas. Durante sus últimos años Verdi entabló una gran relación con Arrigo Boito, poeta de contrastada corriente filo-germana. Fruto de aquella relación fue la revisión de Simon Boccanegra en 1881. Verdi volvió al teatro, del cual había estado ausente durante los últimos trece años, y con libreto de Boito escribió sus dos últimas óperas, Otello (1887) y Falstaff (1893), verdaderos testamentos musicales del compositor. Finalmente, en 1898 compuso su última pieza, Las cuatro piezas sacras. Falleció, como ya hemos mencionado, el 27 de enero de 1901 en un hotel de Milán.
Verdi perfeccionó su arte durante toda su vida en base a una triple influencia. Primeramente con la de compositores como Rossini, Donizetti y Bellini, posteriormente adaptando su uso a las formas de la Grand Opera francesa, y finalmente, tomando prestadas algunas innovaciones wagnerianas en sus dos últimas óperas, Otello y Falstaff. Sus óperas solían basarse por lo general en figuras y escenarios literarios o históricos. Con el paso de los años su sentido de la orquestación adquirió un increible grado de refinamiento al tiempo que sus habilidades dramáticas se perfeccionaron hasta extremos dificilmente superables. Pero además, Verdi destacó como un maestro absoluto de la belleza lírica y de la profundidad emocional. Su música capta perfectamente los giros y enresijos de las ocurrencias emocionalesque subyacen bajo los acontecimientos que se están desarrollando. A lo largo de su vida, su originalidady fecundidad no tuvieron rivaly hoy en día es unánimamente considerado como el mayor referente operístico italiano.
Resumiendo, sus obras son las siguientes:
El 17 de noviembre de 1839 estrena, con un éxito moderado, Oberto, conte di San Bonifacio, en La Scala. El entonces empresario Bartolomeo Merelli, por ese entonces gerente de La Scala, vio en Verdi una gran promesa musical, y por ello decide encargarle una nueva ópera, de carácter cómico, por exigencias del equilibrio de géneros en la programación. La obra Un giorno di regno fue estrenada después de muchas peripecias, el 5 de septiembre de 1840, con un resultado desatroso. Ello provocó tal depresión en el compositor que se planteó muy seriamente su abandono irreversible como compositor, regresando del todo compungido a Busecco.
Sin embargo, Verdi aguantó muy poco el ambiente de Busecco, ya que muchos se burlaban abiertamente de su fracaso en Milán, y decide regresar nuevamente a Milán . Merelli, totalmente convencido de las capacidades musicales de Verdi (a pesar del fracaso anterior), propone a Verdi la composición de una nueva ópera, y aunque el compositor se negó en un principio, la insistencia de Merelli fue tan obstinada, que al compositor no le quedó otra salida que comenzar a esbozar su nueva obra. Durante los ensayos de aquella nueva ópera el clima era muy eufórico, no solo entre los cantantes y músicos, sino también entre los tramoyistas, pintores e iluminadores que abandonaban sus quehaceres para asistir boquiabiertos a todo lo que estaba ocurriendo en la sala de ensayos. Finalmente, aquella ópera, Nabucco, se estrenó el 9 de marzo de 1842, con un éxito difícil de narrar. Una vez interpretado el famoso coro de esclavos Va pensiero, el teatro se levantó de golpe y se concedió tras casi media hora de aplausos y vítores un bis del mismo, algo que contravenía la normativa de La Scala. La escena del coro significó para los italianos el reflejo de su propia situación bajo el yugo de la ocupación austríaca, y por ello no resultó extraño tal demostración de un patriótico entusiasmo. Nabucco, por exigencias de programación, solo pudo repetirse ocho veces en marzo, pero en verano llegó a representarse durante 57 noches seguidas, algo extraordinario. La vida de Verdi experimentó un cambio radical, y su figura fue disputada en todos los salones de la alta burguesía milanesa.
Tras el clamoroso éxito de Nabucco, Verdi estrenó al año siguiente I lombardi a la prima Crociata, ópera que contiene el coro O Signor che del tetto natio, que evocaba las durezas de una patria lejana y que de igual manera se empezó a cantar por las calles en clara referencia intimidatoria frente a las tropas austríacas. El 19 de marzo de 1844 Verdi estrena Ernani, con libreto de Francesco Maria Piave en La Fenice de Venecia, con un éxito absoluto, aunque menos arrollador. Es en este momento cuando comienza una época vertiginosa en su producción operística: El 3 de noviembre del mismo año presenta I due Foscari, en Roma, el 15 de febrero de 1845 Giovanna d'Arco en La Scala, solo seis meses después Alzira, en el Teatro San Carlo de Nápoles. Tras muchas vicisitudes con el libretista, finalmente también puede estrenar Attila, el 17 de marzo de 1846, en La Fenice de Venecia con un gran éxito. Tras aquellos éxitos Verdi redujo un poco el ritmo de trabajo, aunque no le impidió presentar la novedosa Macbeth el 14 de mayo de 1847 en Florencia y I Masnadieri, en Londres, el 22 de junio del mismo año.
Tras el estreno londinense Verdi acudió a París, ciudad en la que se instalaría durante siete meses siguientes y en donde entabló una relación sentimental con la soprano Giuseppina Strepponi. En el parisino Teatro de la Ópera Verdi presentó Jérusalem, nuevo título de I lombardi a la prima Crociata, ópera modificada con nuevos pasajes musicales, basada ahora en un texto francés. Sin embargo, los acontecimientos acontecidos en Italia durante marzo de 1848 (Sublevación de Milán y Venecia, y ataque de las tropas piamontesas al ejército austríaco), hacen que Verdi tenga la aspiración de componer la música de una nueva Italia. Aunque la revolución iniciada es todo un fracaso, Verdi logra estrenar, el 25 de octubre de 1848, en Trieste Il corsaro, para luego componer en Roma La bataglia de Legnano, alusiva a la antigua victoria de los ejércitos de la Liga Lombarda sobre las tropas del emperador Federico Barbarroja.
Por esas fechas Verdi gozaba de una cómoda independencia financiera. Con la derrota del movimiento revolucionario, los italianos fueron conscientes de que la libertad solo se podía obtener alcanzando la unidad de Italia. Paradójicamente la música de Verdi tomó otros derroteros. Desaparecieron los coros patrióticos, los lamentos de pueblos oprimidos y los ejércitos en marcha. Su ópera comenzó a orientarse hacia la profundización emotiva de la esfera íntima y privada de los individuos. De allí surge Luisa Miller (Nápoles, 1849), Stiffelio (Trieste, 1850) y una de las triologías más geniales de la historia de la ópera: Rigoletto (Venecia, 1851), Il Trovatore (Roma, 1853) y La Traviata (Venecia, 1853).
Tras esta triología, Verdi buscó una especie de renovación formal en la ópera, con lo que lógicamente los intervalos entre obra y obra aumentaban progresivamente. De esta manera, en 1855 estrena Il vespri siciliani en París, con título original en francés, dos años más tarde la primera versión de Simon Boccanegra (silbada en Venecia) y en 1859 Un ballo in maschera, estrenada en Roma tras ser censurada en Nápoles. La fama de Verdi crecía como la espuma en toda Europa y así, en 1862, estrena en San Petersburgo, La forza del destino. Trece años después revisó Macbeth para su versión francesa, y en 1867 presenta en París Don Carlo, una de sus grandes obras maestras. Junto a Wagner, Versi se alza como la gran figura operística de la época.
El 24 de diciembre de 1871, con motivo de la apertura del Canal de Suez, se estrena Aida en el Cairo, ópera que dos meses después triunfará clamorosamente en La Scala. Su inspiración parece no tener límites, y el 22 de mayo de 1874 presenta en Milán su Misa de Requiem, una de sus cimas absolutas. Durante sus últimos años Verdi entabló una gran relación con Arrigo Boito, poeta de contrastada corriente filo-germana. Fruto de aquella relación fue la revisión de Simon Boccanegra en 1881. Verdi volvió al teatro, del cual había estado ausente durante los últimos trece años, y con libreto de Boito escribió sus dos últimas óperas, Otello (1887) y Falstaff (1893), verdaderos testamentos musicales del compositor. Finalmente, en 1898 compuso su última pieza, Las cuatro piezas sacras. Falleció, como ya hemos mencionado, el 27 de enero de 1901 en un hotel de Milán.
Verdi perfeccionó su arte durante toda su vida en base a una triple influencia. Primeramente con la de compositores como Rossini, Donizetti y Bellini, posteriormente adaptando su uso a las formas de la Grand Opera francesa, y finalmente, tomando prestadas algunas innovaciones wagnerianas en sus dos últimas óperas, Otello y Falstaff. Sus óperas solían basarse por lo general en figuras y escenarios literarios o históricos. Con el paso de los años su sentido de la orquestación adquirió un increible grado de refinamiento al tiempo que sus habilidades dramáticas se perfeccionaron hasta extremos dificilmente superables. Pero además, Verdi destacó como un maestro absoluto de la belleza lírica y de la profundidad emocional. Su música capta perfectamente los giros y enresijos de las ocurrencias emocionalesque subyacen bajo los acontecimientos que se están desarrollando. A lo largo de su vida, su originalidady fecundidad no tuvieron rivaly hoy en día es unánimamente considerado como el mayor referente operístico italiano.
Resumiendo, sus obras son las siguientes:
- 25 óperas (28 contando las readaptaciones), entre ellas se destacan: Nabucco, Luisa Miller, Rigoletto, Il trovatore, La traviata, I vespre siciliane, Simón Boccanegra, Un ballo in maschera, La forza del destino, Aida, Otello, Don Carlo y Falstaff.
- Misa de Requiem
- 6 obras corales breves
- Cuarteto de cuerdas
- 20 canciones
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