Sinfonía Nº 5 en Do Menor Opus 67 (Beethoven)
SINFONÍA Nº 5 EN DO MENOR OPUS 67 (BEETHOVEN)
Sirva este fácil juego de palabras (La Quinta del Sordo) para resaltar las similitudes entre dos fuertes personalidades que no solo vivieron en una misma transición (entre la Ilustración y el Romanticismo) sino que su personalidad y su obra resultaron parte determinante en ella, cada uno desde su perspectiva (pictórica, musical) y cuyas influencias llegaron hasta las mismas puertas del siglo XX, siendo las constates referencias para todos los artistas del siglo XIX. Estoy hablando, por supuesto, de Goya y de Beethoven. Pero sobre todo es asombrosa la coincidencia de un mismo mal (la sordera) que los aleja del mundo, obligándolos a crear uno propio y más cercano a la esencia y conocimiento/comprensión del ser humano. Pero si para un pintor la enfermedad significa distanciamiento y auto reclusión, para un músico supone la negación de su propio ser.
La producción de cada artista suele estar estrechamente emparentada con su biografía, así había sucedido también con Beethoven desde su Primera Sinfonía: un compositor ya mayor en una etapa de plenitud deja ver el mundo haydniano con transparencia, aunque le aporta un sello totalmente propio y nuevo. La Segunda Sinfonía coincide con la crisis de Heiligenstadt, aunque la angustia no llega a alcanzar la obra, la Tercera Sinfonía, como es bien conocido permea las esperanzas postrevolucionarias del propio compositor y su frustración al ver a Napoleón coronándose emperador, la Cuarta, por su parte trasluce el ardor vital que le asegura su feliz relación con Teresa von Brunswick. La Quinta Sinfonía...., es su propia vida, su lucha contra el destino inexorable de la sordera que lo golpea duramente donde más le afecta
Hacia el año 1800 Beethoven percibe los primeros inconvenientes auditivos lo que lo llevó directamente a la sordera unos quince años después. Tan amarga situación, aunada a un carácter intenso empeñado en retirarse una y otra vez en su gran capacidad creadora, fueron factores suficientes para que Beethoven se alzara como un verdadero revolucionario. Esta férreo posición entre el arte y la vida, alimentado por un espíritu totalmente dionisíaco, fue un estandarte del músico y sus contemporáneos para transformar en buena medida la música y el arte del siglo XIX.
El cambio parecía sencillo y casi imperceptible, pero la colección de todas las sinfonías de Beethoven, es, definitivamente, una de las mejores muestras para comprender ese desarrollo en cuanto al pensamiento, la técnica y lo contundente de su expresión. En ese sentido, las primeras genialidades del compositor en ese campo fueron sus tres primeras sinfonías, de las cuales la Tercera (Eróica, 1803), reúne el ideario estético de Beethoven en sus primeros años y con un lenguaje sinfónico sorprendente.
Compuesta entre 1804 y 1808 La Quinta Sinfonía en Do Menor Opus 67 de Beethoven fue estrenada en el Theater an der Wien, el 22 de diciembre de 1808, siendo dirigida por el propio compositor. Un compositor que llegaba a los cuarenta años y con una vida personal marcada por la angustia que le marcaba el aumento de su sordera. Sin embargo, la Sinfonía Nº5 fue un resultado directo de una verdadera furia creativa. Un Beethoven angustiado y una Europa marcada por las guerras napoleónicas, la agitación política en Austria y la ocupación de Viena por las tropas de Napoleón en 1805.
Cuatro años es un período de tiempo relativamente largo cuando hablamos de la composición de una sinfonía, especialmente si se trata de un compositor de la talla de Beethoven. No obstante, existen circunstancias que explican y pueden justificar esos cuatro años dedicados por el compositor de Bonn a su monumental Quinta Sinfonía.
Hay muchos estudios en torno al tema, que revelan que en obras anteriores de Beethoven ya se emplea el famoso motivo rítmico con que comienza dicha sinfonía (sol-sol-sol-mi), y que hay una particular inclinación por las posibilidades dramáticas de la tonalidad en do menor. Composiciones en donde ya aparece el motivo son las siguientes: Concierto para piano Nº 1 (1797), en la Sonata para piano opus 10 Nº 3, en el Concierto para piano Nº 3 menor (1802), en la Sonata Appasionatta y en los cuartetos de cuerda Rasumosky del Op.59.
Por otro lado, en un apunte de 1803 encontramos un anticipo del scherzo, en el tiempo en que terminaba la Segunda Sinfonía. Beethoven dejó madurar la concepción de su Quinta Sinfonía, interrumpiénola por la composición de otras obras. Hacia 1804 se dispuso con mayor intensidad a terminarla, los apuntes mmás importantes de esta sinfonía se encuentran en un cuaderno de apuntes, junto con los del Concierto para piano Nº 4. La preparación final de la Quinta Sinfonía ocurrió entre 1807 y 1808, y fue realizada en paralelo a la Sexta Sinfonía (Pastoral), hecho sorprendente, pues se trata de dos hechos bien sorprendentes.
El nacimiento de la sinfonía no está suficientemente documentada, e incluso algunos estudiosos dejan constancia de la aparición de su obsesivo motivo ya en sus obras de juventud. Sin embargo, no será hasta 1803, cuando se encuentren pruebas del primer boceto que terminará en 1808, el año que también concluye la Sexta (Pastoral), estrenándose juntas e incluso llegando a aparecer con inversa numeración.
Aunque de una manera no muy agradecida Beethoven negara aprendizaje alguno de su pupilaje con Haydn en su modelo estructural (el más extendido en la época, anterior al mozartiano y de reconocimiento no tan amplio) el que sigue el músico desde su plantilla orquestal (que aumentará en el movimiento final con trombones, flautín y contrafagot) a esa idea característica de desarrollar hasta el límite un tema, si bien es verdad que Beeethoven sobrepasa la forma que le es dada, la ensancha y la consolida.
La Quinta Sinfonía es denominada también popularmente como Sinfonía del Destino, aludiendo al tema repetitivo que se escucha, en diversas tonalidades prácticamente en los cuatro movimientos. El inicio de esta sinfonía también fue utilizada como motivo de identificación con el alfabeto morse durante la Segunda Guerra Mundial.
La Quinta Sinfonía sobre todo es un ejemplo de unidad en todos los sentidos. En primer lugar por el concepto rítmico que invade todo, capitalizado por el famoso motivo que impregna la sinfonía, algo que más adelante dará lugar al carácter cíclico de la forma sonata, añadiendo con ello otro factor que la simple unidad armónica. Por otro lado Beethoven demuestra esa idea, y además añade un concepto de equilibrio que asombraría a aquellos que estuvieron convencidos que se trataba de su sinfonía anárquica: sirva como ejemplo el primer movimiento, cuyas secciones (Exposición-Desarrollo-Reexposición-Coda), tienen 124, 124, 125 y 129 compases respectivamente.
La quinta Sinfonía en do menor se destaca principalmente por la construcción de los cuatro movimientos basados en el motivo rítmico formado por tres corcheas y una negra, las cuales abren la obra y retoman una y otra vez, dando a la sinfonía una extraordinaria unidad. Para el músico significaban la llamada del destino. El segundo tema es un hermoso tema con variaciones. El tercer movimiento scherzo comienza misteriosamente y prosigue salvajemente en los instrumentos de viento-metal con una forma derivada de la llamada del destino, un pasaje tejido por los pizzicato de los instrumentos de cuerda que se encadenan sin pausa con el triunfal cuarto movimiento, allegro, que posee una destacada coda.
Los dejo en compañía de una de las obras más preciosas de la historia de la música...., disfruten
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